28 de agosto de 2006

Hoy es un día especial, un día de aquellos que quedan por siempre en el recuerdo.
Siento una mezcla de sentimientos, un orgullo, una satisfacción soberana, contrarestante con la nostalgia, hay un calor y una emoción maravillosa que invade todo mi cuerpo.
Retrocediendo el tiempo y recordar cuando mi hermano Jaime, el mayor de los tres hermanos que somos, abandonó el hogar a sus 18 años por perseguir sus sueños, tomando el rumbo para nunca más volver a casa y hoy ya todo un hombre con 27 años, tiene en sus manos su carrera, su vida, su pasión. Recordar cuánto sufrimiento y pena nos trajo su partida, ver cómo se alejaba de nosotros, vuelven a caer mis lágrimas de pensar en tan emocionante escena, ver su adiós por la ventana de aquél bus.
Hoy todas estas imágenes me rondan, hoy hemos sabido que pronto si es la continua voluntad de Dios el menor de nosotros tres hermanos estaría también a sus 17 años tomando rumbos hacia sus metas y dejando el hogar, se me hace un nudo en la garganta....mi pequeño Moisés, mi inmensa alegría, el bebé de la casa, dando sus pasos a lo que será su vida propia. Verlo alejarse de la misma forma que lo hizo su hermano me cubre el llanto, sé que es alegría, pero por otra parte es perder a uno de los nuestros, perder otra rama del árbol sólido, a pesar que nuestros padres en la enseñanza que nos dieron, siempre estuvo marcado lo que era familia y que gracias a Dios hasta el día de hoy se mantiene profundamente, es un cambio grande, cuando alguien parte de la casa.